Quien
me conoce de cerca sabe que enojada soy el demonio de Tazmania, sí, sé que mi
luz y bondad trasmina la pantalla pero la verdad he pasado un proceso largo y
desgastante para contener mi furia. Hagan de cuenta que soy Hulk en potencia.
Confieso que el enojo no es del todo malo, es la energía necesaria para
levantarse cuando te hieren o para tomar el teléfono para confrontar “como una
dama” a quien se dedica hablar mal amparada en su libertad de expresión (chiste
local). El enojo es la gasolina para no rendirse y seguirlo intentando una,
otra, otra, otra y otra vez (…por 5 años y contando).
El
enojo me incomoda y me hace actuar para mejorar el mundo, por lo menos el
cachito donde soy parte. El enojo es la tisana de las emprendedoras, sí, tiene
que estar presente en cantidad suficiente para dejarte actuar sin amargarte. Controlar
el enojo cuando hierves ante un puñado de oportunistas mientras te brincan los
ojos, no es fácil, pero tampoco vas (voy) hacer rehén de tus (mis) emociones;
por eso hay que cuidar de no engolosinarnos con el enojo, uno puede volverse
insoportable.
También
hay que considerar la razón del enojo y sin duda es triste que llamar la
atención a veces sea molestar, pero bueno, nadie se va a poner aquí a llorar
por huellas de abandono (otro chiste local).
Lo
malo del enojo es herir a los demás, y lo malo de herir con palabras es que son
clausurantes e irreversible. ¿Qué si yo he herido enojada? Sí, miles, millones
de veces. ¿Me he arrepentido? Sí, miles, millones de veces. Y lo peor es que
soy medio sanguinaria, ojete. Puedo decir a mi favor que siempre está
plenamente justificado, pero… a veces pesa más en mí, las personas, que el
enojo o tener la razón. Por ello, suelo buscar formas medianamente creativas
para enmendar mi culpa. Finjo olvidar (lo cual es mega falso) y espero que mi
chispa sea suficiente. Espero que para esa persona también sea más importante la amistad, que tener la razón.
Al
final del día, dudo que alguien tenga la titularidad o los derechos exclusivos
de la verdad absoluta.
Tengo dos notas morbosas. La primera estaba tan enojada por una historia muy larga de un refrigerador y SEARS, que cuando por fin lo entregaron en casa, los pobres del servicio llegaron justificando su tardanza (creo pensaron era una especie de monstruo) y para cuando me sellaron la garantía en la tienda, mejor mande a mi marido porque me dio terrible pena haber sido tan mala. La segunda, después de mi post: BONITA, una amiga me regaló un curso personalizado de cambio de imagen que incluye un détox de mi closet y estoy muy feliz.
Sigamos
trabajando…
Sean
felices
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P.D.
Te doy permiso de observarme 366 días en mi camino por ser emprendedora. Va la
canción del post. ¡¡Los amo!!
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