Día 10: Rendirse

Rendirse es una idea que lleva tiempo rumiando en mi cabeza, es fácil, práctica, cómoda podría agregar. Rendirse resolvería mis problemas económicos. Es un consejo constante, común. ¡No seas tan ambiciosa! ¿Por qué no comienzas con algo más pequeño? ¿Por qué no lo dejas en pausa por un tiempo? No puedes tenerlo todo en la vida. Son las frases que más he escuchado en los últimos años. Rendirse es aceptar lo que sea. “No tienes dinero” “Estás jodida” Han sido los argumento para que “acepte” como si fuera una vagabunda a la salida del metro pidiendo limosna, como si tuviera que conformarme.


Rendirse es aceptar que lo fácil y vulgar es fallar.
Fácil es sobornar el entusiasmo por un cheque mientras te quejas de un Jefe con cara de harto, automatizado desde la madrugada y a fuerza de hábito, ser feliz abrazando un yugo. Fácil es hacer la farsa con frases de cortesía y diminutivos mientras te acostumbras a las molestias del trato humano. Ser emprendedora es aventarse de un avión sin paracaídas y esperar que el golpe no duela, pero la verdad es que duele mucho y se llora bien seguido. Ser emprendedora es quedarse sola; es no tener horario y trabajar un domingo desde las 4 de la mañana; es un trabajo de 100%; es creer en la intuición; es… hacerlo, en presente. No existen los momentos perfectos. Ser emprendedor no es algo que “quieres” hacer para cuando todas las condiciones estén listas; o algo que puedas hacer en una o dos horas antes de dormir; o algo para los fines de semana.
¿Alguna vez ha pasado por mi mente rendirme? Sí, muchas veces. ¿Alguna vez me he rendido? Sí, dos veces. La primera, con mi madre, tratar de entender es imposible, así que sólo me alejo el tiempo y distancia necesaria para que no me haga daño, y llegué al punto ¿qué no sé qué sentir? La segunda… es más o menos igual.
Rendirse es mediocre y yo odio la mediocridad, pero más odio el amor desinfectado que tolera hasta desaparecerte. Yo todo lo observo, pienso, escucho, huelo y saboreo: siento. Soy adicta a sentir, al dolor inadulterable, a los malos comienzos y a besar poquito a poquito hasta lograr la sintonía, el ritmo perfecto. Ese que te enciende cuando te rodea y difícilmente te abandona. Soy curiosa, soy una emprendedora, una alma libre.
Sean felices. 

P.D. Te doy permiso de observarme 366 días en mi camino por ser emprendedora. La musicalización del post mientras escribo es la siguiente canción.

Comentarios